lunes, 24 de noviembre de 2014

Cambiar es más fácil...


Muy a menudo escucho a la gente hablar de lo difícil que es cambiar, es casi un lamento aunque a mi me suena más a excusa.

Cambiar no es tan difícil, siempre y cuando realmente quieras hacerlo (recordemos ser sinceros con nosotros mismos). A partir de ahí simplemente hay que ejercitar el cambio y hacerlo costumbre.  

En este post comparto cómo lo hago yo, esperando que te sirva. Para eso voy a utilizar un ejemplo (inventado) de manera que sea aún más fácil.
Digamos que se trata de una mamá que siente que le grita demasiado a sus hijos y quiere dejar de hacerlo.

Lo primero es aceptar el cambio y estar convencido. ¿Qué quiero cambiar? ¿Por qué? ¿En qué me va a beneficiar? 
Eje: Quiero dejar de gritarle a mis hijos porque que se que los daño y se alejan de mi. A veces siento que se han vuelto sumisos y me tienen miedo, eso me hace sentir culpable.

Luego debemos reflexionar ¿Por qué lo hago? ¿Qué gano con esto? Tendemos a querer cambiar algo porque vemos su lado negativo, pero al no asumir lo positivo corremos el riesgo de no conseguir nuestro objetivo.
Eje: Cuando le grito a mis hijos automáticamente hacen lo que les digo, no tengo que insistir, ni perseguirlos. Mis gritos hacen obedientes a mis hijos, es una obediencia cómoda.
Después de resolver este punto, vuelve a preguntarte si realmente quieres cambiar.

Otro paso importante es recordar situaciones donde hiciste aquello que quieres cambiar, de manera que te sea fácil identificar momentos de "peligro". De esta forma, la siguiente vez que estés en una circunstancia parecida sabrás que corres el riesgo de volver a hacerlo.
Eje: Les grito cuando deben hacer la tarea, cuando es hora de su baño, cuando quiero que vengan a ayudarme con algo, etc.

Ya tienes asimilada toda la información y estás convencido, lo siguiente es el día a día: convertir tú cambio en costumbre.

Al principio seguirás haciendo lo que no querías y después te arrepentirás.
Tranquilo, esa es la clave: identificar. 
Poco a poco te darás cuenta más rápido, ya no hasta el final sino durante la acción, luego cuando estés empezando y así progresivamente hasta que empieces a identificarlo antes de hacerlo; en ese momento ya estarás cambiando.
Eje: Los primeros días le seguía gritando a mis hijos y después me sentía muy mal. La siguiente semana cuando les estaba gritando me daba cuenta que tenía que parar, así que bajaba el tono drásticamente e intentaba darle otro matiz a la conversación. Tres semanas después, antes de gritarles me daba cuenta de lo que iba a hacer y me contenía. Aprendí a hablarle a mis hijos adaptando mis maneras según la situación. No sólo superé el no gritarles, sino que mejoré la comunicación con ellos.

Ten paciencia porque las cosas no suceden de un día para el otro pero suceden. Lo que tardes en conseguirlo dependerá del tamaño del cambio, la urgencia de aplicarlo, lo convencido que estés y el tiempo que lleves haciéndolo.

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