Hay días que te levantas de mal humor y no te calienta ni el sol. Sales de tu casa rumbo al trabajo y de pronto pareciera que estás en la peli "Una serie de catastróficas desdichas". En cambio otros te sientes feliz y lleno de energía, todo te sale bien. La mayoría de los días es una mezcla de momentos y no suelen ser tan absolutos, pero creo que ya sabes a lo que me estoy refiriendo.
"Pareciera que las acciones siguen a los sentimientos pero en realidad ambos van de la mano; si dirigimos las acciones -que son más fáciles de controlar voluntariamente- podemos regular los sentimientos de manera indirecta." explica el filósofo y psicólogo William James.
Nuestra actitud influye en cómo nos sentimos y en qué nos pasa. Cuando estamos tristes, enojados o deprimidos, es difícil salir de ese estado, sentimos que no podemos hacer nada y nos hundimos. Quisiéramos tomarnos las cosas más a la ligera, o poder superar fácilmente lo que nos está lastimando, y al no ser así nos frustramos.
Como bien dice W. James, es muy complicado cambiar los sentimientos, pero en nuestras acciones tenemos una vía para lograrlo. En ocasiones habrá que esforzarse más, fingiendo una sonrisa, obligándose a ir a una fiesta, o actuando energéticamente; la recompensa valdrá la pena.
Piensa cada mañana cómo quieres sentirte (recuerda que como te sientes es como te ves) y pon manos a la obra. A lo largo del día vuelve a preguntarte lo mismo, puede que cambies de humor o que refuerces con el que iniciaste.
Por ejemplo: A primera hora del día tenías una junta muy importante, estás nervioso pero quieres sentirte confiado y serio, así que empiezas a actuar como si no tuvieras duda alguna, tienes todo dominado. Después vas a una comida con colegas, no has tenido un buen día pero quieres pasarla bien, así que actúas como si estuvieras emocionado y lleno de energía.
Recuerda, no estás engañando a nadie, estás interviniendo sobre tu estado de ánimo con acciones, para sentirte como quieres.
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